viernes, 23 de septiembre de 2011

Retórica y Humanismo

Esta entrada no va a ser reflexiva, sino una larga cita que creo que merece la pena que consideremos y sobre la que habría materia para discutir largo tiempo. Está tomada de un libro muy interesante de Thomas Mermall, titulado La Retórica del Humanismo. Tiene ya un tiempo, pero lo bueno de las Humanidades es que nuestra construcción del conocimiento es infinitamente menos perecedera que las modas tecnológicas que periódicamente inundan nuestras vidas.
El humanista es un creyente fervoroso en la eficacia de la persuasión. Al igual que Platón y los hombres de letras del Renacimiento que los precedieron, Laín y Rof, por ejemplo, encuentran una interdependencia necesaria entre la argumentación dialéctica que aspira a demostrar la verdad de una proposición mediante el recurso a la razón, y la demostración retórica que trata de persuadir apelando a las emociones. Mientras que el objeto del razonamiento dialéctico es impersonal -la verdad objetiva buscada con argumentos capaces de lograr la aprobación de cualquier hombre razonable-, el objetivo del discurso persuasorio es apelar a la naturaleza moral del hombre. Como la retórica, a diferencia de la dialéctica, no se ocupa de manera fundamental de los hechos o del razonamiento correcto, sino de la capacidad para el bien que posee el hombre (Platón, Aristóteles), opera en el dominio de lo posible y de lo deseable. La retórica, pues, como δελοῦν (hacer ver a uno) y como ψυχαγωγεῖν (dirigir el alma) es un arte al servicio del bien, y cuando acompaña a la razón se vuelve expresión del entusiasmo del filósofo por la verdad.
El modo de demostración propio de la retórica es el entimema. El entimema es para la retórica lo que el siglogismo es para la lógica, salvo que el primero va de premisas probables a conclusiones también probables. Por este motivo, debe compensar, como forma de prueba, la certeza lógica con el razonamiento imaginativo. En el contexto de la ética, el argumento retórico es la explotación del potencial humano. Por consiguiente, si admitimos que el humanismo es de manera esencial un concepto del hombre como posibilidad (como vocación, diría Ortega), entonces la retórica es un elemento intrínseco del discurso humanístico.
Thomas Mermall, La Retórica del Humanismo (La cultura española después de Ortega), Madrid, Taurus, 1978, pp. 16-17, ISBN: 84-306-1160-6

domingo, 14 de agosto de 2011

Retórica y política (7): una propuesta de formación

(Viene de Retórica y política (6)

Los profesionales de las Humanidades debemos salir de los despachos y recuperarlas, pero no recurriendo a fáciles proclamas de su valor propedéutico, ni a simples afirmaciones circulares de que su valor se basa en que valen. Está claro que no vamos a señalar el papel de la formación humanística lamentándonos por el tiempo pasado, ni alejándonos del mundanal ruido, ni quejándonos de que se nos margine, ni limitándonos a decir que hacemos lo que nos gusta. Para bien o para mal, una sociedad lo es si sus miembros pueden aportar algo al acervo común y colaborar en su mejora, lo que significa que cada una de sus especialidades tiene la obligación moral de hacerse un hueco y ganarse el sustento proporcionando conocimientos, habilidades o destrezas que ayuden al grupo o contengan instrucciones relevantes para el desempeño de una tarea necesaria para la pervivencia o mejora del grupo mismo.

La Retórica es, en mi opinión, uno de los campos que mejor pueden proyectar y mantener vivas las Humanidades en general y las Filologías (sobre todo la clásica) en particular, pero siempre a condición de que se difunda que la creación de un buen mensaje político no se basa exclusivamente en la gestión de la imagen, la corrección articulatoria y la capacidad de venta. Esos elementos son necesarios, pero no son los únicos ni, si se me apura, los más determinantes. Es necesario recordarles a las personas que deciden dedicar una parte de sus esfuerzos a la representación política que el orador es vir bonus peritus dicendi. Por ese orden. Primero, la cualidad ética; segundo, la competencia oratoria; tercero, la ejercitación y práctica.

Cómo no recordar aquí al maestro Quintiliano cuando, haciéndose eco de una doctrina que llevaba ya tiempo circulando por el mundo romano, proclamaba (Quint. inst. 12,1,1):
Sit ergo nobis orator quem constituimus is qui a M.Catone finitur vir bonus dicendi peritus, verum, id quod et ille posuit prius et ipsa natura potius ac maius est, utique vir bonus: id non eo tantum quod, si vis illa dicendi malitiam instruxerit, nihil sit publicis privatisque rebus perniciosius eloquentia, nosque ipsi, qui pro virili parte conferre aliquid ad facultatem dicendi conati sumus, pessime mereamur de rebus humanis si latroni comparamus haec arma, non militi.
Sea, pues, el orador que diseñamos el que ya Marco Catón define como hombre bueno experto hablando en público, aunque lo que él puso por delante es más importante y fundamental que la predisposición natural, verbigracia, ser hombre bueno. Y esto porque, si la capacidad de hablar en público se pone al servicio de las malas intenciones, nada habría más dañino para la vida pública y privada que la elocuencia, y yo mismo, que intento añadirle algo a la capacidad de hablar en público como elemento propio de un hombre, mal servicio le haría a los asuntos humanos regalándole esta arma a un ladrón en vez de a un soldado.
No descubriremos nada nuevo si, en el enunciado de este programa de formación, definimos que el futuro orador, el candidatus rhetoricae (a partir de ahora, el candidato) debe ser una persona capaz, no ya de tener ideas aceptables y vocación de servicio, sino de proyectar esa misma imagen entre su auditorio. No son las intenciones lo que nos vuelve aceptables a los ojos del otro, sino los ojos del otro los que aceptan nuestras intenciones y, con ellas, a nosotros mismos. De pura lógica es, pues, la necesidad de un orador fiable, ya que es su calidad de fiable la que le va a permitir llegar a más personas con menos alardes de apoyo comunicativo.

Esa fiabilidad puede, y debe, construirse gracias a las ayudas que las modernas técnicas de apoyo prestan. No es pensable, en nuestra compleja sociedad de la imagen, en que una sola persona se pueda encargar de la gestión de todos los aspectos implicados en la difusión de la imagen y el mensaje; los equipos de trabajo son imprescindibles siempre a condición de que estén al servicio del candidato, y no al contrario. Los estudios de mercado, las técnicas de venta, el diseño de imagen, la planificación de los procesos comunicativos... todo son elementos que ayudan a la persona, pero que deben ser puestos al servicio de unas convicciones que amplifican, no que inventan.

Ahora bien, justo es reconocer que el mejor equipo del mundo consigue pocos resultados estables si el candidato carece de la más mínima formación que le permita abordar la transmisión retórica con unas ciertas garantías. No se trata ya de que tenga apostura (conocemos ejemplos en todos los países que lo desmienten más que lo confirman) o buenas condiciones físicas naturales, sino de que pueda transmitir con articulación y convicción lo que se quiere transmitir. Para eso, el candidato debe conocer el terreno de juego de los géneros retóricos, las finalidades, la estructura del discurso... Por mucho que se le preparen las cosas y se le de hecho el trabajo, llega un momento en el que todos tenemos que ponernos a nosotros mismos en juego, lo que implica demostrar algo más que la capacidad de seguir las pautas marcadas por otros. Implica, entre otras cosas, hacer ver que se tiene una mente estructurada.

Para este componente, la instrucción de la técnica retórica es fundamental, ya que ayuda a secuenciar los contenidos de manera eficaz y, por ello mismo, convincente. Suele ocurrir que el ciudadano, cuando percibe la actuación de una herramienta como la Retórica, a la que le confiere poderes casi taumatúrgicos, tiende a ponerse en guardia y desconfiar. Es una reacción natural debida a la necesidad de no sentirse agredido o violentado por el uso de un elemento que desconoce. Así, podemos pensar que uno de los motivos del creciente desapego de la ciudadanía respecto de sus representantes políticos es la identificación de patrones de comunicación iguales e independientes del emisor o, en otras palabras, que todos dicen lo mismo e igual. La uniformidad lleva a la presunción de un discurso articulado ajeno al orador, lo que hace disminuir la fiabilidad de éste (hace pasar por suyo un enunciado ajeno) y, en general, la calidad persuasiva de la palabra política, ya que se convierte en pura psicagogía aplicada. Nadie quiere ser convencido si no es de aquello con lo que ya está de acuerdo.

Una cosa que aprendemos del programa formativo de la Retórica, pues no de otra cosa hablamos cuando a esta disciplina nos referimos, es que no hay aprendizaje (rhetorica facultas) sin teoría, ni teoría que valga de nada si no va acompañada del refuerzo de una práctica constante, crítica y autocrítica. En los programas de formación de oradores que actualmente vemos surgir por distintos sitios, se percibe el esfuerzo de intentar adecuar un tiempo limitado a un presupuesto ajustado y a unos resultados inmediatos y mensurables. La conjunción de los tres elementos lleva con rapidez a desechar la teoría por improcedente o innecesaria y a centrarse en la producción de una serie de destrezas que, por falta del suficiente sustrato reflexivo, se convierten en lo más parecido que hay a una coreografía ensayada hasta la extenuación por un bailarín al que se le dice qué hacer, pero no cómo acuñar movimientos nuevos.

No defiendo con esto la procedencia de una enseñanza en la que la teoría prime sobre la práctica (no si el objetivo es formar oradores), sino la necesidad de que el orador en formación conozca de dónde proceden los elementos en los que se le va instruyendo, y esto al menos por dos motivos, verbigracia, que saber el porqué le da un refuerzo al aprendizaje en forma de satisfacción, y que saber el porqué le permite seguir aprendiendo por su cuenta y analizando sus propios resultados.

Así las cosas, ¿qué práctica es la que debe desarrollar el orador? También esto se encuentra en el programa formativo de la Retórica. Deben planteársele unos ejercicios que le ayuden a desarrollar su vocabulario y su capacidad de creación sintáctica (la copia verborum et sententiarum), tanto por recepción (analizar qué hacen otros) como por producción (intentar reproducirlo y ver hasta qué punto le sirve). La disponibilidad léxica y sintáctica, combinada con un adecuado uso de los elementos de construcción y exposición del discurso, le permite ir transitando suave y continuadamente desde el status de aprendiz (candidatus rhetoricae) hasta el de maestro, no otro que el de quien parece improvisar por haber automatizado sus procesos internos.

¿Qué necesita hacer el orador en formación? Recibir, procesar y producir para que sus ideas y vocación sean valoradas por el auditorio y, si es posible, aceptadas. Si le falta el componente de recepción (exposición crítica a los discursos de los demás), carecerá de recursos; si le falta el componente de procesamiento (valoración crítica de los discursos de los demás), carecerá de capacidad de innovación y creación; si le falta el componente de producción (creación y transmisión críticas de discursos propios), carecerá de la seguiridad y el aplomo suficientes como para parecer fiable a los ojos de su auditorio.

No es fácil, desde luego. Ahora, que yo desconfiaría muy mucho de quienes se comprometan a crear un buen orador en dos horas. En ese tiempo, ni siquiera es posible conseguir que un loro pronuncie el exordio de la Catilinaria primera.

sábado, 13 de agosto de 2011

Retórica y política (6): el mensaje político, objeto de consumo

(Viene de Retórica y política (5): el rechazo de las estrate...)

La entronización de la representación popular como un trabajo hace que disminuya la credibilidad del orador, al que se percibe (incluso a veces él mismo se define así) como una persona que defiende su sueldo. De otro lado, la proliferación de mensajes especializados que no buscan difundir opinión, sino crear incertidumbre como paso previo a la esperanza, la confianza y la sumisión, general indefensión en el auditorio, y hasta en la mayor parte de los propios oradores políticos, que se ven desbordados por la carencia de unos conocimientos a la vez necesarios y lejanos, lo que los obliga a repetir las consignas del día y les coarta su propio margen de creatividad. Cada uno de ellos tiene una formación especializada en los ámbitos del Derecho, la Economía, la Sociología, la Mercadotecnia... Pero no es fácil encontrar a alguien que una todos esos ámbitos en un mismo nivel de excelencia. En la discusión clásica sobre si el buen orador debe saber de todo o sólo de aquello directamente relacionado con su ámbito de actuación (maximalismo frente a minimalismo, humanismo frente a especialización), gana la segunda postura, pero lleva al orador político a una nueva situación irresoluble, ya que se le pide que hable de todo, no que tenga conocimientos avanzados de cualquier cosa.

Asumido que el objetivo de la comunicación política sea la generación de estados de ánimo, o la activación / desactivación de marcos cognitivos, o la redelimitación de la credibilidad propia o del contrario, o la conversión de todo asunto en una res dubia, queda expedita la vía de la propaganda y cerrada la del diálogo. Las ideas políticas se convierten en elementos que se consumen o no y que, en consecuencia, entran de lleno en estrategias de venta, en procedimientos mercadotécnicos de fijación de una imagen de marca, de transferencia de lealtades a esa imagen, de activación de los impulsos de no quedarse en minoría, de no ser diferente, de fomento de la reciprocidad... Es muy interesante ver que, sobre todo de unos años a esta parte, el verbo relacionado con la transmisión de la información ha perdido gran parte de su sentido recíproco para convertirse en meramente transitivo. De un tiempo a esta parte, no nos comunicamos; nos limitamos a comunicar.

La consciencia de que el auditorio es moldeable y susceptible al mensaje diseñado conforme a las reglas del arte lleva a la pronta asunción de que el auditorio carece de capacidad discriminatoria o de criterio propio, ya que emitirá la respuesta predeterminada si los estímulos son los adecuados, lo que implica, a la inversa, que una respuesta inesperada sólo se puede interpretar como fallo del orador, no como libre ejercicio de la libertad de opinión del individuo. Los ejemplos son innumerables, pero veamos algunos:

  • El lehendakari recibe a Juan Ramón Lucas en el Palacio de Ajuria Enea. Patxi López analiza las elecciones europeas en RNE: “es un claro toque de atención”. 
  • El líder del PSE cree afirma sobre la derrota electoral que “quizá no hemos sabido explicar bien nuestras medidas contra la crisis. Es más un problema de comunicación que de realidad” (http://www.noticias.info/asp/aspcomunicados.asp?nid=387912).
  • RTVE.es MADRID 11.05.2009 - La ministra de Sanidad y Política Social, Trinidad Jiménez, ha defendido en La Noche en 24 horas la medida anunciada este lunes junto a la titular de Igualdad, Bibiana Aído, de vender sin receta médica la píldora del día después, señalando que el Gobierno debe "hacer pedagogía" para que los jóvenes comprendan que sólo debe usarse en "situaciones de emergencia”. (RTVE | 11.05.2009 - http://www.rtve.es/noticias/20090511/jimenez-tenemos-que-hacer-pedagogia-pildora-del-dia-despues-solo-para-emergencias/276340.shtml)
  • La SGAE reconoce un fallo de comunicación e imagen a la hora de explicar su gestión. La Sociedad General de Autores ha reconocido este sábado, a través de uno de sus miembros,fallos de comunicación y de imagen a la hora de trasladar públicamente su gestión. A preguntas de Isabel Gemio en Onda Cero, la SGAE ha reconocido este sábado las dificultades que tiene la entidad gestora a la hora de comunicar su gestión sin recibir críticas, como las que ha recogido esta última semana. (EcoDiario | 09.05.2009 - http://ecodiario.eleconomista.es/cultura/noticias/1231405/05/09/La-SGAE-reconoce-un-fallo-de-comunicacion-e-imagen-a-la-hora-de-explicar-su-gestion.html)
  • Del Nido: "No hemos sabido explicar la subida del precio de los abonos". El presidente del Sevilla, José María del Nido, ha admitido que el club "no ha sabido explicar bien la verdadera razón" del incremento de los precios de los abonos, medida que ha suscitado "malestar en un amplio sector" e incluso una manifestación de la peña de seguidores más radical. (Agencias | 10.07.2007 - http://www.20minutos.es/noticia/258009/0/)
  • José Vicente Cabezuelo, Vicerrector de Alumnado: “No se ha sabido explicar muy bien lo que es el Espacio Europeo”  P: ¿A qué razones cree que se debe la oposición al Plan Bolonia, a la falta de información o a otros motivos? R: Creo que son visiones, en algún caso, sesgadas, y en otros por falta de información. O puede que no se haya dado la mejor información. En esto también, tanto las universidades como el Ministerio, debemos entonar un “culpa nostra” y reconocer que no hemos sabido explicar muy bien este cambio. (23.01.2009 - http://laasignaturapendiente.wordpress.com/2009/01/23/jose-vicente-cabezuelo-vicerrector-de-alumnado-%E2%80%9Cno-se-ha-sabido-explicar-muy-bien-lo-que-es-el-espacio-europeo%E2%80%9D/) 
  • Velasco pide al PSOE un «esfuerzo» para explicar las políticas de Griñán. El secretario socialista admite que iniciativas como el decreto de formación profesional no se han entendido. El secretario de Organización del PSOE-A, Rafael Velasco, reconoció ayer que es necesario un «esfuerzo» del conjunto de su partido para explicar «bien» a la sociedad las medidas que adopta y desarrolla el Gobierno de José Antonio Griñán. «Estamos haciendo tantas cosas –dijo– que con el simple hecho de aprobarlas damos el asunto por zanjado». (La Razón - 11.01.2010 - http://www.larazon.es/noticia/7889-velasco-pide-al-psoe-un-esfuerzo-para-explicar-las-politicas-de-grinan)

Pueden multiplicarse los testimonios, pero todos irían en la misma línea: la decisión del auditorio de no secundar los proyectos del orador no se atribuye a que haya pensado si le conviene, sino a que no se ha sabido transmitir una decisión previamente tomada, de donde que se sitúa el fallo en un error del orador o en un insuficiente manejo de las técnicas de persuasión. La direccionalidad y la intencionalidad del emisor del mensaje transmiten sotto voce una actitud que se puede interpretar como desdén del receptor y que, sin duda, puede generar rechazo por el distanciamiento y la tutela que incorporan al sistema de relaciones sociales.

Se trata de un proceso que se retroalimenta: aparece un mensaje, no se sigue, se achaca esto a fallos de transmisión, se percibe intención de dirigir, no se sigue... El orador político, preso en este círculo, atribuye a su propia incapacidad que no se le acepten las ideas que transmite (muchas veces, no son ni propuestas) y recurre a técnicas de mejoramiento de la imagen y de incremento de la capacidad de difusión del mensaje, no a preguntarse qué hay en sus actitudes que se perciba como cosa negativa.

Ejemplo claro de esto que afirmo son los cursos y másteres de comunicación política, cuya estructura y contenidos nos revelan a las claras cómo se orienta al orador hacia el terreno de la mercadotecnia, incluso al precio de descuidar su cualidad ética y su competencia en el campo discursivo. Podemos, también aquí, ver unos cuantos ejemplos que hemos entresacado de la plétora de ofertas que se descubren en Internet:

  • Máster en Comunicación Política (Universidad de Navarra - http://www.unav.es/fcom/mcpc/paginas/programa.htm )
    • MÓDULO I: ANÁLISIS DEL ENTORNO  (12 cr.): 
      • Sociedad y públicos (Medios de comunicación - Psicología - Sociología y Opinión pública - Gestión creativa de la comunicación pública) - Empresa, Marketing y Liderazgo (Fundamentos del Marketing - Grupos de presión y redes sociales - Motivación y liderazgo) - Contexto sociopolítico e informativo (Entorno social y cultural - Entorno jurídico - Entorno político - Entorno financiero) - Fundamentos de la comunicación pública (Comunicación institucional - Ética de la comunicación pública - Claves de la Retórica) - Métodos de investigación social (Análisis y utilización de datos - Métodos cuantitativos).
    • MÓDULO II: PLANIFICACIÓN (10 cr.): 
      • Estrategia de planificación (Dirección estratégica de la comunicación - Fundamentación estratégica de la comunicación y prácticas políticas - Planificación de medios - Gestión de intangibles y reputación - Comunicación interna - Gestión y organización de actos) - Estrategias de comunicación por sectores (Campañas electorales en España - Campañas electorales locales - Comunicación de las Instituciones públicas - Comunicación en las instituciones de la Unión Europea - Comunicación de crisis).
    • MÓDULO III: EJECUCIÓN (5 cr.): 
      • Herramientas informativas (Formación de portavoces - Relaciones con los medios - Recepción y selección informativa - Nuevos medios) - Herramientas persuasivas (Identidad visual - Lobby y relaciones gubernamentales - Criterios publicitarios).
  • Fundación Jaime Vera
    • CÓMO TRANSMITIR MEJOR NUESTROS MENSAJES ANTE UN AUDITORIO Y A TRAVÉS DE LOS MEDIOS (http://www.fundacionjaimevera.es/02_01_02_07.php). 
      • PRIMER DÍA: La Comunicación Política (Importancia de la Comunicación en la acción política: criterios básicos - El proceso de Comunicación y sus principales problemas - Las claves de la percepción política: La percepción selectiva) - Los medios de comunicación (Papel y situación actual de los Medios de Comunicación - Características de los diferentes Medios) - Ejercicio: "Tengo un minuto" - La codificación del mensaje (Los principios de la codificación - La utilización de los ejemplos - El lenguaje verbal: posibilidades y debilidades. Adaptación al auditorio y al medio)
      • SEGUNDO DÍA: La entrevista (Técnica de la entrevista. Adaptación a las características del medio - Criterios para la preparación: La técnica del “puente”) - Práctica de la entrevista : propuesta de temas y preparación individual - Práctica de entrevista (Realización de entrevistas individuales y grabación - Visionado y evaluación de las entrevistas) - El debate (Concepto y reglas del Debate. La Argumentación - Tipos de debates. Estrategias defensiva y ofensiva) - Práctica del debate : propuesta de temas y preparación en grupo - Práctica del debate (Realización del debate y grabación - Visionado y evaluación)
      • TERCER DÍA: Hablar en público (Diferentes escenarios: ante el público y ante los medios - La construcción del mensaje. La adaptación al auditorio y al medio - Principales problemas y recursos expresivos - El mitin) - Práctica de discurso: elección de tema y preparación individual - Práctica de discurso (Realización y grabación - Visionado y evaluación de las prácticas).
    • CURSO DE COMUNICACIÓN POLÍTICA ON-LINE (http://www.fundacionjaimevera.es/02_02_06.php). 
      • Módulo 1: Teoría de la Comunicación (Cómo nos comunicamos, cómo influye la percepción personal en la comunicación, cuáles son los problemas más frecuentes y qué hay que hacer para comunicarse eficazmente)
      • Módulo 2: Puerta a Puerta (El papel del Agente Electoral y la técnica del Puerta a Puerta: antes, durante y al acabar la entrevista)
      • Módulo 3: Discurso y el Debate (Las características de la comunicación "cara a cara", las claves para persuadir con nuestro mensaje, lo que debemos hacer para ganar un debate, y aspectos a tener en cuenta para hablar en público)
      • Módulo 4: Hablando en los Medios (La importancia de los medios de comunicación en la acción política, cómo presentar nuestro mensaje ante los distintos medios, la relación con los y las periodistas y las intervenciones en radio).

    Y, para terminar, unas ideas sobre la formación en Retórica desde el ámbito de las Humanidades. Pero eso será el próximo día.

viernes, 12 de agosto de 2011

Retórica y política (5): el rechazo de las estrategias de disonancia cognitiva

(Viene de Retórica y política (4): del ciudadano al votante)

La conversión de los activadores cognitivos (llamémoslos así) en activadores factitivos, esto es, en argumentos que por sí mismos pueden provocar la adhesión del auditorio a las tesis del orador, pasa necesariamente por la elaboración de un discurso de género judicial que obliga a deprecar al orador contrario y fuerza la aparición de sentimientos de desprotección, miedo, ira... Cuando al orador le faltan elementos deseables que tengan la capacidad de dar cohesión al grupo, tiene que recurrir a la desestabilización y la percepción de la amenaza para buscar esa unidad. Es un camino de ida y vuelta que se basa en el genus iudiciale para rebajar la credibilidad del orador contrario y, por rechazo, aumentar la propia. Hecho esto, la emisión de señales propias del genus demonstrativum busca aumentar el número de seguidores impulsando activadores como el gregarismo (sentir que se es parte de una mayoría) o la sumisión (transferir la autoridad del código, sean tertulias, artículos de opinión o saberes convencionales, al jefe de filas). Visto así, la propuesta formalmente deliberativa (mejorar) es, en realidad, demostrativa (somos muchos, inspiramos confianza, sabemos hacer las cosas bien). El mecanismo está claro, y se pone en práctica, pero los resultados en el cuerpo social no son los esperados, como nos revelan los índices de valoración de la actuación del Gobierno y la Oposición, o como nos dice la percepción de la clase política en tanto que problema.


El grupo social se ve, en consecuencia, expuesto a mensajes de mutua descalificación, lo que origina una clara disonancia cognitiva desde el momento en el que se contraponen las mismas finalidades y herramientas de persuasión, basadas en testimonios de un mismo nivel de autoridad y puestas al servicio de intereses y grupos enfrentados. La preceptiva retórica nos habla de que, cuando el auditorio se encuentra ante testimonios contrarios del mismo peso, la cuestión que se trata se convierte en res dubia, en una especie de ἀπορία de la que sólo se puede salir consultando la opinión de los expertos. El problema está en que, en el entorno retórico, el auditorio se halla fragmentado entre quienes tienen una opinión claramente formada (para ellos, la quaestio es clara, e inamovible el ἔθος de cada orador) y quienes se encuentran atrapados en esa disonancia cognitiva que los lleva a no saber qué opinar. Los esfuerzos de comunicación siguen un patrón temporal basado en pensar que las disonancias se eliminan cuando el receptor se ve forzado a solucionarlas convenciéndose de que, en realidad, una alternativa es más atrayente que otra, o ninguna lo es, o las dos lo son. De estas tres posibilidades, la economía cognitiva tiende a descartar la primera (requiere más esfuerzo en términos de procesamiento), que es justo aquello que necesita el orador político para conseguir sus fines. En la secuencia de crear la desazón, fomentar la incertidumbre y ofrecerse como solución, la persona que recibe el mensaje no siempre va a llegar hasta el final del camino, conque terminará optando por una cuarta manera de eliminar la disonancia: cerrar el canal de comunicación y abstraerse de esos mensajes y de quien los emite.

Ahora bien, nuestro sistema social gregario nos haría entrar en una nueva disonancia cognitiva si a la vez aceptamos la necesidad del sistema político democrático (negarla sería situarse con la minoría, una decisión que no es fácil de tomar) y la perentoriedad de negarse a prestar atención a los mensajes que de él proceden. La solución consiste en ir generalizando una diferenciación grupal que excluye a los oradores políticos en su conjunto (“son todos iguales”) y los caracteriza como amenaza para la ciudadanía.

Mañana, más.

jueves, 11 de agosto de 2011

Retórica y política (4): del ciudadano al votante

(Viene de Retórica y política (3): una cuestión ética)

El sistema político español afirma que la soberanía reside en el pueblo y se ejerce a través de sus legítimos representantes, elegidos por el pueblo y obligados a dar cuenta de sus actos, no a la Providencia, sino al pueblo, cuya relevancia para la actividad política se articula no exclusivamente a través de los partidos, las organizaciones sindicales y, en general, el movimiento ciudadano. Con todo, la necesidad de consolidar el régimen político lleva a la aprobación de un mecanismo que, de facto, coarta la participación ciudadana en tanto la limita a aprobar o no los nombres de los representantes elegidos por los dirigentes de los partidos, no libérrimamente por la ciudadanía (el caso del Senado es excepcional porque, aun siendo el que responde a las exigencias del sistema, lo hace para una instancia de poder que se sitúa en un nivel claramente secundario respecto del Congreso de los Diputados). El sistema se consolida al precio de generar unas élites dirigentes sobre las que el pueblo percibe que tiene poco margen de intervención. Los oradores deliberativos de los primeros tiempos, los líderes de los grupos, van dando paso a oradores demostrativos que ya no se sienten parte del entramado social, sino un subgrupo aparte que, por falta de ese vínculo con las bases, se convierte en conjunto de transmisores de un sistema de consignas más que en portavoces de los ciudadanos. Los representantes del pueblo soberano se convierten en clase política; los ciudadanos, en votantes. Dos grupos diferentes no pueden fácilmente convivir teniendo exactamente los mismos objetivos, y eso lo ven los administrados.

La consolidación de estructuras políticas con intereses propios (su propia pervivencia y financiación entre ellos) provoca la sensación de alejamiento del cuerpo social y favorece la aparición de un esquema comunicativo en el que dominan, no ya tanto las propuestas de futuro cuanto la erosión del otro a través del ataque a sus decisiones y actuaciones (genus iudiciale) y la división de la sociedad mediante la creación de mensajes que ponen el mayor énfasis en la diferencia, la amenaza y la ira, percepciones y emociones que buscan sobre todo la delimitación de nuevos grupos (genus demonstrativum). Así, se pasa a un esquema bélico que activa el marco del enfrentamiento y que deja a las claras la intención de conseguir un beneficio particular por medio de la actuación colectiva, la movilización, convertida en clima de opinión permanente, pero llevada a la actuación en momentos muy concretos, verbigracia, cuando toca votar.

Para el receptor del mensaje, los juicios de valor sobre las intenciones del orador son extremadamente relevantes: si se llega a la conclusión de que no existe una clara voluntad de servicio a la comunidad, es fácil pensar que el orador político, cualquier orador político, deja de representar los intereses del pueblo para ser valedor de los de su propio grupo (lo que provoca una sensación de ocultación que lleva al rechazo) o de los más claramente individuales, que originan desafección por advertir el uso de técnicas demagógicas o, en un nivel más instintivo de procesamiento y verbalización, del ansia de medrar al precio que sea. Nuevamente, vemos que es la delimitación del ἔθος del orador la que abre o cierra las puertas de la comunicación del mensaje político.

Desde un punto de vista retórico (o comunicativo, que tanto da), se puede percibir que existen grupos diferenciados cuyos intereses no coinciden (o se considera que no coinciden). La política ha abierto el camino a la institucionalización de la representación pública como actividad laboral y a la codificación y descodificación de mensajes como un elemento de transmisión, de persuasión, no de interacción social. Así visto, el fenómeno de la comunicación de masas se mezcla con el de la comunicación política de modo tal que se confunde la emisión de mensajes con la interacción social. Conquistar la democracia, como incorporarse a la Comunidad Económica Europea, son propuestas de futuro fácilmente visualizables por la colectividad; la confianza, la seguridad, la esperanza, son entidades abstractas que activan o no marcos cognitivos y que ayudan a decidir sobre una propuesta, toda vez que influyen en la delimitación de la credibilidad del orador o en la de la materia, pero no pueden en sí mismas convertirse en propuestas de futuro a menos que se deduzcan del contexto factual del discurso.