El humanista es un creyente fervoroso en la eficacia de la persuasión. Al igual que Platón y los hombres de letras del Renacimiento que los precedieron, Laín y Rof, por ejemplo, encuentran una interdependencia necesaria entre la argumentación dialéctica que aspira a demostrar la verdad de una proposición mediante el recurso a la razón, y la demostración retórica que trata de persuadir apelando a las emociones. Mientras que el objeto del razonamiento dialéctico es impersonal -la verdad objetiva buscada con argumentos capaces de lograr la aprobación de cualquier hombre razonable-, el objetivo del discurso persuasorio es apelar a la naturaleza moral del hombre. Como la retórica, a diferencia de la dialéctica, no se ocupa de manera fundamental de los hechos o del razonamiento correcto, sino de la capacidad para el bien que posee el hombre (Platón, Aristóteles), opera en el dominio de lo posible y de lo deseable. La retórica, pues, como δελοῦν (hacer ver a uno) y como ψυχαγωγεῖν (dirigir el alma) es un arte al servicio del bien, y cuando acompaña a la razón se vuelve expresión del entusiasmo del filósofo por la verdad.Thomas Mermall, La Retórica del Humanismo (La cultura española después de Ortega), Madrid, Taurus, 1978, pp. 16-17, ISBN: 84-306-1160-6
El modo de demostración propio de la retórica es el entimema. El entimema es para la retórica lo que el siglogismo es para la lógica, salvo que el primero va de premisas probables a conclusiones también probables. Por este motivo, debe compensar, como forma de prueba, la certeza lógica con el razonamiento imaginativo. En el contexto de la ética, el argumento retórico es la explotación del potencial humano. Por consiguiente, si admitimos que el humanismo es de manera esencial un concepto del hombre como posibilidad (como vocación, diría Ortega), entonces la retórica es un elemento intrínseco del discurso humanístico.
viernes, 23 de septiembre de 2011
Retórica y Humanismo
Esta entrada no va a ser reflexiva, sino una larga cita que creo que merece la pena que consideremos y sobre la que habría materia para discutir largo tiempo. Está tomada de un libro muy interesante de Thomas Mermall, titulado La Retórica del Humanismo. Tiene ya un tiempo, pero lo bueno de las Humanidades es que nuestra construcción del conocimiento es infinitamente menos perecedera que las modas tecnológicas que periódicamente inundan nuestras vidas.
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